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Outubro 2013

El libro de los portales
de
Laura Gallego  García
     A la mañana siguiente, la familia acudió a despedir a Tabit hasta la valla de entrada. El joven parecía contento, aunque de vez en cuando se rascaba un brazo o una pierna sin poder evitarlo. Estaba claro que las pulgas, chinches y otros molestos habitantes de su jergón se habían cebado con él aquella noche. Yunek se sintió un poco culpable, pese a que, apenas unos días antes, la idea de someter a uno de los pomposos maradienses a los rigores de la vida en el campo le habría parecido muy seductora. Pero Tabit no se ajustaba al concepto que Yunek tenía de la gente de la capital, y mucho menos de los pintores de portales. La noche anterior había cenado con apetito, pero sin exigir más ración de la que le correspondía. Había alabado las virtudes de la cocinera y saciado la insondable curiosidad de Yania, contestando a todas y cada una de sus preguntas. Después había caído como un leño sobre su jergón, sin duda agotado por la caminata. Pero se había levantado puntualmente antes del alba, como el resto de la familia y, tras desayunar las humildes gachas preparadas por Bekia, había vuelto a medir las coordenadas de la pared, tal y como había dicho que haría la noche anterior.
    Ahora cargaba con sus bártulos, sonriente a pesar de sus picores y sus ojeras, testimonio de que no había dormido bien.
    –Regresaré en cuanto lo tenga todo listo –les prometió–. Tal vez en una semana o dos. Pero, si tardo un poco más de lo esperado, por favor, no os preocupéis. Es que quiero hacerlo bien, y dedicar al diseño de vuestro portal el tiempo que sea necesario
    –Claro –asintió Yunek. Hizo una pausa y añadió–: Muchas gracias por todo.
  En Maradia, capital de Darusia, Tabit é un alumno do último curso da Academia, onde  se forman os pin­tores de portais. No programa de estudos desta curiosa academia non faltan materias como cálculo de coordenadas, xeometría e mecánica para enfrontarse a superficies lisas e pintar portais perfectos, que permiten viaxar dun lugar a outro de xeito instantáneo. Para a pintura dos portais necesítase un pigmento especial, derivado dun valioso mineral chamado bodarita, e é aquí cando comeza a historia... Porque quen contro­la a bodarita controla os portais e, con iso, practicamente todo. Novela fantástica e coral: uns aspi­rantes a maeses comparten protagonismo cun labrego,  un garda de portais e un rapaz criado nas minas...    



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