Comezamos a selección de poemas do mes deste curso cun berro en lembranza das vítimas da violencia machista:
NIN UNHA VÍTIMA MAIS NIN UNHA MULLER MENOS!
EN PÉ, IRMÁS
TREMEN os nosos corpos atrapados por cadeas machistas e patriarcais Despois de tanto, hoxe non escribo nada novo. Mulleres, en pé! Violan os nosos corpos para perturbar as nosas mentes. Tritúranos ata desarranxar calquera liberdade de pensamento ata só ser cáscaras baleiras. Mulleres, en pé! O MEDO PARALIZA E POR ISO DENDE AQUÍ. FAGO UNHA CHAMADA PARA LOITAR POLO PRESENTE CEIBE DE OPRESIÓN. EN PÉ, IRMÁS! Xuntas.
Isabel debe ir a Mombasa para rescatar ao mozo Ezequiel que foi abducido por unha seita. Isabel faino para redimir a culpa que sente desde que o seu irmán, vítima doutra seita, se suicidou sen que ela puidese axudarlo. Unha vez en Mombasa o líder da seita sospeita dela. O día que Ezequiel desaparece, Isabel decide pedir axuda desesperada. Consegue atopar o móbil que lle fora requisado e contactar con Said, un misterioso home que, coa súa moto destartalada e unha chancla de cada cor, aparece no momento máis adecuado e que termina converténdose nun gran aliado para Isabel...
Era un día frío y cogí la bicicleta para ir hasta la Asociación de Víctimas Dependientes, donde uno se encontraba desde exyihadistas arrepentidos hasta adictos a las drogas, al alcohol, al juego, al sexo y al riesgo en general. Me gustaba sentir la cara helada, la sensación de tener que concentrarme en el frío y en el tráfico. Era lo único que me hacía pensar que todo era real, no una pesadilla con tintes de realidad. Desde el suicidio de mi hermano hacía tres años, mis padres y yo habíamos necesitado terapia, y todavía seguíamos en contacto con la plataforma de afectados y el cuerpo de sicólogos. Y no teníamos inconveniente en hablar con quienes lo necesitasen para que no se sintiesen solos, aunque de sobra sabíamos que en cuanto nos despedíamos todos volvíamos a nuestras desgraciadas vidas. En esta ocasión fue algo más. Una familia había pedido reunirse conmigo en particular por consejo de uno de los sicólogos expertos en socioadicciones. Es curioso cómo cuando a alguien le sucede algo fuera de lo común, se da cuenta de lo poco que sabía de una parte del mundo. Yo no sabía lo fácil que es que te coman la cabeza hasta el punto de dejarte explotar y llegar a límites infrahumanos. Ni que todo lo que pasa, por malo que sea, también les pasa a otras personas, y entonces buscamos a esas personas donde sea y como sea porque no soportamos estar solos y no hablar constantemente de lo que nos ocurre. Y por eso existía esta asociación, con dos salas destartaladas y muebles que habíamos ido aportando unos y otros para que las cuotas fueran accesibles a todo el mundo. Me esperaban en lo que allí llamábamos “la sala de reuniones”, una mesa con seis sillas. A parte de mí había tres personas que por su aspecto podrían permitirse un asesoramiento máas lujoso que el nuestro, entre ellas una mujer abatida, con el pelo sedoso castaño, no muy peinado, pegado a la cabeza, sin maquillar, y con vestimenta clásica y cara: un abrigo Burberry, arrojado sobre la silla de al lado, un bolso Chanel y un jersey de cachemira color camel ajustado a su delgado busto...