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CURIOSIDADES ETIMOLÓGICAS

CALAMUS

Los romanos hacían uso de dos superficies distintas para escribir sobre ellas. Una de ellas eran las tabellae ceratae, “tablillas enceradas”, pequeñas tablillas recubiertas de cera, que dieron lugar a nuestro actual encerado.

 

En esas tablillas escribían con un stilus, punzón que tenía por un lado una punta fina, de donde tenemos en nuestros días el “estilete”, y por el otro una espátula para alisar la cera y corregir errores, o preparar la superficie para una nueva escritura. De la distinta forma que tenía cada uno al escribir surgió el “estilo”, que es también esa forma peculiar de ser, de comportarse.

 

El segundo instrumento es el cálamo que era con el que se escribía sobre el papiro y, más tarde, con el pergamino.

 

En latín calamus significa “caña”; es la caña que crece junto a los ríos y que, debidamente tratada, pasa a significar cálamo , antecedente de nuestras plumas (plumas de ave primero, y  estilográficas  - de stilus – ya en el siglo XX). Mantenemos aun la expresión calamo currente para referirnos a algo llevado a cabo “al correr de la pluma, sin pensarlo mucho”, es decir, “a vuela pluma”.

 

La tinta utilizada para escribir con el cálamo se extraía de un cefalópodo, y por el uso al que iba destinad se le llamó tincta calamaris. No es difícil deducir cómo al generoso donante se le llamó calamar, predominando el adjetivo sobre el sustantivo original (el animal se llamaba loligo vulgaris antes del uso de su tinta para la escritura.

 

Aquellas cañas constituían una gran riqueza económica para sus cultivadores, y cuando un vendaval arruinaba un cañaveral o un sembrado, había ocurrido una calamitas, es decir una calamidad para los que vivían de aquel producto. El gramático Donato explica que calamitatem rustici grandinem dicunt, quod calamos conminuat (“los rústicos llaman al granizo calamidad, porque destroza las cañas”). Posteriormente calamidad se extendió a cualquier desastre natural, y más tarde a una ruina de cualquier tipo. “Eres una calamidad” se usa aún para reconvenir a una persona a la que todo le sale mal, de forma calamitosa, o que tiene una especial habilidad para estropear negocios o planes.

 

Nuestra lengua dispone de varias palabras más de la misma raíz. El caramillo de calamellus, “flauta simple de caña, madera o hueso”, ya que estas flautas se hacían cortando una caña y practicándole unos orificios que permitían obtener unas cuantas notas. Es la flauta simple o flauta de Pan, fabricada con siete cañas de igual o parecido calibre, pero cortadas a distinta altura.

 

A través del francés chalemie , derivado de calamullus , tenemos chirimía, “especie de flauta con diez agujeros y lengüeta de caña”, y su duplicado chiremía. Hay además otra variante castellana, chirumbela y churumbela, “instrumento musical de viento semejante a la chirimía”. Corominas sostiene que de este término deriva churumbel, voz andaluza con el sentido de “niño pequeño”.

 

De otro diminutivo, calamulus , obtenemos carámbano a partir de la forma que presenta, “pedazo de hielo que permanece colgando al helarse el agua que cae o gotea de algún sitio.

 

Antes de inventarse la brújula, en la Edad Media ese usaba la caramida, un imán colocado sobre un trozo de caña que indicaba el norte, flotando libremente en un vaso de agua, y a partir de ahí calamita denominaba una variedad de magnetita. Grandes navegantes fueron portugueses y allí fue donde se empezó a elaborar un dulce con forma de caña o carámbano llamado “caramelo”, que a su vez pasó al francés y al italiano y que nos recuerda esas grandes barras de dulce que todavía hoy se ven en las ferias. En español existe el término acaramelado hace referencia al dulzor e incluso empalago de las fases iniciales del noviazgo.

 

Por último, una expresión latina: Lapsus calami , “resbalón o desliz en la escritura” paralelo al Lapsus linguae en el lenguaje oral.

 

 

 



story | by Dr. Radut