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Abril 2022

El secreto

de la contadora de historias

de Sejal Badani


    Obra que é unha alegación contra o racismo e os prexuízos; que fala de amor, de perdas, de traizóns, de confianza, de lealdade, de aprender dos erros e tamén de superación. Da man de Jaya viaxaremos á India actual e a India dos anos 40 baixo o mandato inglés, a Segunda Guerra Mundial ou a loita de  Gandhi.
    Jaya,  despois do fracaso do seu matrimonio, decide abandonar Nova York e viaxar á India para recuperarse e obter algunhas respostas sobre o pasado da súa familia. Embriagada polo que observa, albisca e escoita, convértese nunha ávida estudante da súa cultura ancestral. Mais será  Ravi, o antigo servente e confidente da avoa, quen lle fale da loita e o amor secreto desta durante a ocupación británica. Grazas á romántica e conmovedora historia da súa valente avoa,  Jaya descobre o seu legado e unha forza que, ata entón, non crera posible.

     (...) Mi madre se levanta y devuelve pulcramente la silla a su lugar. Sin decir nada más, sale de la cocina y sube a su habitación. Durante el silencio que sigue, la vergüenza se apodera lentamente de mí.
    -Lo siento. -El estómago me ruge de hambre, pero ignoro su llamada. Respiro hondo para controlar las emociones que amenazan con desbordarse. Levanto la vista y me encuentro con la mirada de dolor de mi padre-. No esperaba que fuera a hablar del tema.
    -Tu madre te quiere.
    Me cuesta contener una carcajada.
    -El concepto de amor de madre se limitó a llevarme al colegio y alimentarme.
    El sentimiento de culpa me censura de inmediato. A pesar de que mi madre siempre fue una persona distante, cada vez que hacía algo por mí -prepararme meticulosamente mis platos favoritos, plancharme perfectamente la ropa, estar presente entre el público en cualquier acto escolar observándome con ansiedad- me convencía a mí misma de que aquello era amor. Mi madre siempre estuvo físicamente presente en cualquier aspecto tangible. Era la conexión intangible lo que nos faltaba.
    -No puede venir ahora pidiéndome que la involucre.
    -Tu madre lo hizo lo mejor que pudo -replica despacio mi padre.
    -Ya lo sé, papá. -Intuyendo que es mejor esquivar una discusión, sacó algunos tuppers-.
Podríamos guardar la comida en la nevera.
    -Jaya. -Espera a que le mire antes de continuar-. Lo está pasando mal. -Notó una punzada de rabia. Yo también lo estoy pasando mal, pero mi padre siempre se ha puesto del bando de mi madre cuando ha tenido que elegir-. Ha recibido noticias de la India -me explica-. No tiene la cabeza donde tendría que estar.
    -¿De la India?¿Qué tipo de noticias?
    Mi madre se negaba a hablar sobre su infancia en la India y nunca habíamos ido allí de visita. Con ganas de saber cosas, le había preguntado repetidamente la niña acerca de su país natal, pero la respuesta era siempre la misma: «Concéntrate en el futuro, Jaya, no en el pasado». Los padres de mi padre habían fallecido antes de que yo naciera y, siendo también hijo único, tenía poca familia a la que ir a ver. Recuerdo vagamente las contadas veces que los hermanos de mi madre vinieron a visitarnos desde Inglaterra y Australia.
    -¿Papá? -digo, al ver que mira preocupado hacia la escalera.
    Me indica con un gesto que pasemos al despacho con paneles de madera de cerezo en cuya decoración mi madre ha dedicado horas hasta dejarlo perfecto. Las molduras son motivos tallados en roble y el suelo de madera oscura está cubierto con una alfombra egipcia. Una lámpara de sobremesa de anticuario aporta luz a la estancia.
    Viendo lo feliz que le hacía decorar el despacho de mi padre, le pedí que me ayudase a redecorar mi habitación. Con diez años de edad, buscaba desesperadamente la manera de conectar con ella. Mi madre exploró distintas opciones y me vino con una docena de muestras de pintura para la pared y diversas fotografías de revistas de decoración. Y se marchó después de decirme que decidiera yo. Tomando su desapego como un rechazo, hice caso omiso de todo lo que ella había seleccionado y pinté la habitación de negro y el mobiliario del mismo color. Y a pesar de que aquel periodo gótico duró todo un año, mi madre jamás pronunció ni una sola palabra que diera a entender su desagrado.
    Mi padre saca una carta arrugada de un cajón del escritorio. La lee con fatiga y con una cautela inesperada. En cualquier circunstancia, mi padre ha sido invariablemente una persona rebosante de energía mientras que mi madre se ha mostrado en todo momento comedida y cautelosa. Mi padre siempre ha aportado ligereza, un contraste con la pesadez de ella. Pero, con todo y con eso, jamás se ha separado de su lado.
    -Tu madre la tiró sin decírmelo. La encontré en la papelera. -Me pasa la carta con manos temblorosas-. Su hermano se puso en contacto con ella para pedirle que volviera a casa. Su padre, tu abuelo Deepak, está enfermo...

 



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