1. Arquitectura: PANTEÓN DE PARÍS



Descripción: El Panteón de París es uno de los edificios que mejor expresan los ideales neoclasicistas en el campo de la arquitectura. Su grandiosa fachada, de evidente sabor romano, se adhiere a un espacio concebido inicialmente como iglesia con planta de cruz griega centralizada, en cuyo eje central se levanta una majestuosa cúpula elevada sobre un cuerpo cilíndrico rodeado de columnata que recuerda, por su obviedad, el templete de San Pietro in Montorio de Bramante, a la catedral de San Pablo de Londres o San Pedro de Roma.
Análisis formal: El juego de volúmenes, la claridad y simplicidad de sus líneas constructivas, así como el empleo del lenguaje grecorromano en toda su pureza, confieren a este edificio el sello de esta segunda vuelta al clasicismo, más caracterizada por el afán de imitar los modelos antiguos que de recrearlos o interpretarlos en un sentido moderno. El siglo de la "Razón" será, también, un siglo que empieza a dar muestras de agotamiento en el campo de la arquitectura. El eclecticismo que se desarrollará durante la centuria siguiente marcará ya, sin duda, el final de toda una época.

Contexto y función:
Los orígenes del Panteón se remontan al año 1764. Luis XV, gravemente enfermo, había prometido construir una iglesia en honor a Santa Genoveva si lograba curarse. Así fue como, en el lugar que ocupaba la antigua abadía de Santa Genoveva, en ese entonces en ruinas, se colocó la primera piedra en medio de una ceremonia espectacular, que incluía una pintura gigantesca a escala real representando el monumento que iba a construirse.
La idea y conducción del proyecto estuvo a cargo de Jacques-Germain Soufflot, quien falleció en 1780 sin llegar a ver su obra terminada. Fueron sus socios Rondelet y Brébion quienes la concluyeron en 1790.
Los sucesos de la Revolución provocaron un giro en el destino del monumento. Mediante un decreto, el 4 de abril de 1791 se transformó la iglesia de Santa Genoveva en Panteón, a fin de que "el templo de la religión sea el templo de la patria, que la tumba de un gran hombre sea el altar de la libertad". Mirabeau fue el primero de esos grandes hombres, seguido por Voltaire, cuyas cenizas fueron llevadas al Panteón en 1791 con una gran ceremonia.
Entre 1791 y 1793, su aspecto sufrió transformaciones de importancia que le dieron el aspecto actual y que respetaban los ideales del momento, tales como el reemplazo de los bajorrelieves religiosos por obras que destacaban las virtudes patrióticas. También se inscribió en el frente "Aux grands hommes, la patrie reconnaissante" (A los grandes hombres, la patria agradecida").
En los años sobresaltados que siguieron a la Revolución, los diferentes cambios políticos hicieron que los restos de diferentes personajes fueran sepultados en el Panteón por sus virtudes y expulsados tiempo después, considerados traidores e indignos de estar allí. Mediante un decreto se estableció en 1795 que debería transcurrir un lapso de diez años antes de inhumar un cuerpo en el Panteón.
En 1806, Napoleón devolvió al Panteón su caracter religioso, manteniendo así ambas funciones. Hasta la caida de Napoleón en 1815, la cripta del Panteón recibió cuarenta y un personalidades, entre científicos, militares y otros dignatarios.
La revolución de 1830 transformó nuevamente al monumento en Panteón, llamado "Templo de la Gloria", para volver nuevamente a su caracter de iglesia en 1851 con Napoleón III. En 1873 se toma la decisión de decorar el Panteón con figuras religiosas y monárquicas de la historia de Francia.
La muerte de Víctor Hugo en 1885 sella definitivamente el destino republicano del Panteón. En esa ocasión, un millón de personas acompañaron al poeta hasta su última morada.
En el Panteón descansan los restos de importantes personalidades de diferentes ámbitos: Voltaire, Braille, Víctor Hugo... Sólo dos son mujeres: Marie Curie y Sophie Berthelot.