Roberto y María tenían una huerta muy grande y bonita. En ella sembraban manzanas, peras, kiwis, lechugas, tomates y sandías.
Roberto todos los días cuidaba la huerta; regaba las plantas, quitaba la maleza y echaba abono mientras que María le ponía comida a las gallinas y recogía los huevos.
Roberto casi nunca iba para el fondo de la finca, pero veía que Dante, su querido perro, la visitaba con frecuencia. Un día decidió ir a ver qué pasaba con Dante y al llegar allí descubrió muchos huecos. Se quedó asombrado y no entendía qué pasaba.
En eso, llegó Dante con un gran hueso en la boca y se puso a abrir otro hueco y entonces Roberto se dio cuenta que Dante enterraba cada hueso que le daban a la hora de comer.
Juan Diego Rojas Vivas